¿Qué les parece si reivindicamos la música argentina? Hagamos un festival en el que pasarla bien no se asemeje a un instinto de supervivencia. Juntémonos, hagamos un delirio de melodías y pisemos el barro pensando que nos hundimos en un mar de arte. Soñemos despiertos y tengamos ideas claras, metas a cumplir y algo en común por qué luchar. Llevemos los problemas de la sociedad, lo que queremos ver y lo que no… que sea una gran marcha que finalice en una congregación de letras que se hacen canción con un mensaje unificador.

Hay que hablar del alcohol y del consumo de drogas, no seamos boludos; usemos la cabeza para entender lo que pasa a nuestro alrededor y no generar una realidad paralela, donde podríamos ser atropellados por un tractor. Seamos rebeldes por ser conscientes de lo que decimos, por creernos nuestras propias palabras y encarar un debate que refleje lo que anhelamos sin recurrir a intereses demás. 

Que nadie se esconda por miedo a expresarse en ese lugar en el que se siente cómodo: abrácense, canten y aplaudan, compartan, bailen y apoyen al artista que les gusta… sean como son. Hagan que lo natural no parezca algo obsceno y banal de forma tal que caigamos en clichés. Pero háganlo sabiendo las consecuencias de ir desnudos por la vida, el sexo y la religión como ley y la patética premisa de aparecer en el programa de Mauro Viale por parir en medio de un festival hippie.

(Festival Woodstock - 15/16/17 de agosto de 1969)

Que sea abierto, puro e inspirador; propongámonos ver a las bandas nuevas, viejas, a las de siempre, por el solo hecho de que alguien quiso que estén ahí. Principalmente que se haga en cualquier lugar sin importar, con miles de intérpretes distribuidos en más de tres días y sin una marca distintiva de un producto que le dé significado mercantilista.

Tomemos decisiones absurdas y corramos riesgos con tal de cumplir nuestros deseos. ¿Y si no encontramos un lugar que albergue la paz y el amor? No importa que tenga vacas pastando, ni que el sonido no esté a la altura de las circunstancias ni mucho menos que el acampe trascienda fronteras y que los baños químicos no alcancen.

Hagamos un Woodstock en el cielo; recuperemos la música que ya no tenemos a mano. Pongamos a tocar en el mismo escenario a Pappo, Cerati, al Negro García, Mercedes Sosa, al Bocha Sokol, Ricky Espinosa, Miguel Abuelo, Federico Moura, Tavo Kupinski, Otero y tantos otros grosos que en este momento me estaré olvidando (y que espero no sea imperdonable)… Que no se pierda el boca en boca, porque ellos allá nos están esperando con el mejor espectáculo de nuestras vidas. Pero como no se sabe qué hay después de la muerte, mantengamos el fuego ahora que podemos y démonos cuenta que el mejor festival lo generamos escuchando con atención, abriendo un libro, viendo un documental o simplemente enterándonos quiénes marcaron y fueron un hito en el rock nacional.

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