Los días previos a las fiestas generalmente están llenas de vacío. ¿A quién se le ocurre hacer un balance del año mientras nos abarrotamos en los shopings y supermercados en una ola consumista?.

Un recital es una buena escapada a todo ese circo. Seguramente un poco de eso buscaban los pibes que fueron a Cromañon, y también los pibes que estaban TOCANDO en Cromañón.

Casi todos los que eligen la música como camino para su vida, lo hacen como un impulso de rebelión. Una forma de expresarse. Una herramienta para vivir diferente a lo establecido. Es una aceptación de la mirada propia del mundo. Es hacerse cargo de que no querés vivir como tus viejos que laburaron toda su vida de algo que no les gusta para llegar a los 60 años y arrepentirse de todo lo que no hicieron.


A eso fue esa noche como cada noche Callejeros, te guste o no su música, a romper desde la experiencia propia con la monotonía que plantea el sistema. Y a eso fue el público, a escaparse un rato del mundo obtuso. A “jugar en otro juego”. Eso es la música, eso es un recital de rock. 

Muy distinto fue lo que termino sucediendo aquel trágico 30 de diciembre de 2014, lo que ocurrió ahí fue una burda expresión de todo lo otro, todo lo que conforma el sistema en el que vivimos. Ese del que los pibes querían escapar, ese de la corrupción, de la falta de ética, del egoismo, ese que es capaz de poner en riesgo la vida de miles de personas por un billetito más, esa sociedad de premio y de castigo, donde lo único que manda es el efectivo.

Yo no se de leyes, de normas y estatutos, no entiendo  de habilitaciones ni clausuras. No soy quien para hablar de culpables ni de inocentes. Pero entiendo de pasión y entiendo de motores. Y de todos los motores, se muy bien cuál era el motor de Callejeros para estar ahí arriba de un escenario, se cual es el motor de los pibes que van a un recital y también se y todos sabemos cual es el motor de muchos de los empresarios, varios de los políticos, de la policía de los encargados de controlar, del poder judicial y de las tintas sedientas de los multimedios.

Desinformación, ignorancia y algunas malas intenciones, fueron un cóctel letal. Nadie hizo cuenta de la magnitud que podía tener esta tragedia. Pero si sabían que hacían con la cultura, al no brindar oportunidades a los artistas, al someterlos a condiciones pésimas en las que aún los músicos seguimos trabajando. Y también al público con la falta de regulación en los espectáculos públicos, las coimas y la ausencia de controles.

En ese lugar pusieron y ponen la cultura y no es casualidad. Porque no es funcional al sistema, porque la cultura si realmente es cultura es contracultura, porque dice lo que todos vemos y callamos, porque la cultura pincha e incomoda. Porque no hay forma de pararla, porque rompe la monotonía que algunos necesitan para hacernos retroceder, porque es nuestro desahogo y porque con ella somos más felices. 

Ahora todos, los que fueron y los que no fuimos debemos considerarnos sobrevivientes, porque cualquiera pudo haber estado ahí en ese o en otro show. Porque a todos nos cambió la vida, no miremos de lejos con hipocresía, todos pagaremos de una forma u otra las consecuencias y somos los únicos capaces de torcer la historia.


Andres Lerner, bajista de Camineros
#10añosdeCromañon

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