10 años. 10 putos años llenos de dolor, lucha y canción sin voz.

Para muchas de las personas con las que tengo relación, cada Diciembre se llena de nubes que se van tornando cada vez más negras cuando se acerca el 30 de Diciembre. Este año parece serlo aún más, por ese extraño fetiche del redondeo de los números que está instalado socialmente para objetivizar todas las cosas que nos rodean.

Lo primero que me genera pensar (¡y sentir!) la tragedia de Cromañon es dolor:
Dolor de los padres/familiares de las víctimas de la tragedia, que hace diez años tienen una silla vacía en sus corazones.
Dolor de los sobrevivientes, que la pelean día a día, luchan por lo que consideran justo dentro de la causa que les tocó por negligencia social y estatal. Muchos de ellos transparentes, muchos de ellos visibles, pero todos con heridas múltiples en el alma y secuelas intermitentes que condicionan su vida en algún aspecto.
Dolor de la música, por haber sido víctima, cómplice y testigo de un hecho que generó un quiebre en el rock nacional y que marcó un antes y después para todo lo que la rodeaba, aunque varios de los que componen la escena no se hicieran cargo nunca.
Dolor de la sociedad, porque las víctimas fueron el triste y burdo producto de una cuenta que tiene al Estado como principal protagonista en cada uno de los factores que la componen, y este es responsabilidad de todos nosotros.


Estos diez años que se caminaron, gritaron y lloraron por Los Pibes de Cromañon estuvieron plagados de muchas persecuciones, injusticias, peleas mediáticas, amargura y censura de muchas voces y, por otro lado, varias acciones positivas (pero en ningún punto unificadoras o apaciguadoras de tanto dolor). Todos tienen su verdad. Todos llevan como pueden su dolor.

"Cromañon nos pasó a todos". Esto me retumba cada vez que pienso en la tragedia. Nos pasó como sociedad, como individuos y nos tocó muy de cerca a quienes frecuentamos el ambiente (desde cualquier lugar).
También, siento que en las peleas judiciales (y mediáticas) tristemente se licuan odio, venganza y rencor, acumulado en la verdad de cada uno de los que sufrieron esta tragedia, dándole una entidad mucho mayor de la que debería tener.  Y esto solo raspa las heridas, como unas uñas rascando la cáscara de una herida que va a estar ahí toda la vida.

Desde el más grande de los respetos, lo comparo con la Tragedia de Santa Fe, donde fallecieron los chicos del Colegio Ecos. Más allá de las diferencias entre ambos hechos, los padres de las víctimas buscan unir, buscan concientizar, exigen que el Estado se haga cargo de lo que le corresponde, se encargan de vigiliarlo y, además de todo eso, se toman el tiempo de enseñar, recordar y proyectar por todo el país el recuerdo de sus hijos y la conciencia vial. Esto tiene un nombre: RESILIENCIA, que es la búsqueda de transformar en algo positivo el dolor emocional y el sufrimiento de un hecho concreto. Y bien que lo hacen. Nuevamente: "Todos tienen su verdad. Todos llevan como pueden su dolor." Ellos nunca dejan de lado lo judicial (porque es obligación de todos que la Justicia llegue a algún puerto), pero la mayor parte de la energía la ponen en otro lado, en el "para que no vuelva a suceder nunca más".

Siempre me pregunto como sería si la herida latente que nos dejó Cromañon se utilizara de otra manera a la que se utiliza actualmente. Si nos escucháramos más entre todos en lugar de seguir peleándonos por boludeces con respecto al tema. Si pudiéramos respetar la forma en que cada uno procesa lo que le pasó con este tema (ya que todos llevan como pueden su dolor). Si buscáramos justicia para todos y no venganza solamente colgar para el que aparece en la tapa. Si nos pusiéramos el traje de ciudadanos de una vez por todas para que ninguno de los funcionarios del Estado que estuvo implicado en esta tragedia vuelva a presentarse en una elección para ser votado y trabajar "para nosotros". Si dejáramos las chicanas de lado por un rato. Si nos preocupáramos realmente por exigir el control de los lugares, rutas para que NUNCA MAS tengamos que estar sufriendo y llorando casi 200 muertos y miles de víctimas silenciosas como son los sobrevivientes. En fin, si pudiéramos ponerle algo que cure un poco a la herida para que nos deje de arder un poco.

Cromañon nos pasó a todos. Y todos llevan como pueden su dolor. El dolor es algo inherente a esta tragedia, en cualquiera de sus aspectos. Y creo que lo mejor que se puede hacer con él es reconvertirlo, transformarlo en energía positiva, tomarlo con todas nuestras fuerzas y proyectarlo positivamente. Así, más unidos que cautivos, se podrá avanzar.

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