Todavía recuerdo esa noche, yo tenía 15 años y estaba en la casa de un amigo viendo lo que pasaba en el noticiero. Mi cultura recitalera era escasa, y me costaba entender la magnitud de lo que estaba pasando, y sobretodo el por qué. ¿Salidas de seguridad selladas? ¿Pirotecnia en un lugar cerrado? Eran factores que desde mi plena adolescencia me parecían ya totalmente evitables. Lógicamente evitables.

Lamentablemente, nuestra historia parece indicarnos que la única forma de tomar recaudos, de aprender, de razonar, es quemándonos con leche. El precio más alto de la lección la pagaron 194 pibes que simplemente iban a ver un recital de rock. Pero al día de hoy la siguen pagando sus familias, amigos, los sobrevivientes. Nunca van a dejar de pagar ese precio, y eso es injusto.

Responsables hay varios, ayudados por muchos factores diferentes: la negligencia, ineptitud, la avaricia, el desinterés, la ignorancia.


Hoy, 10 años después, debemos el mayor y profundo respeto a los pibes y sus familias, y lo mejor que podríamos hacer es honrarlo con las acciones. Músicos y público debemos tomar conciencia siempre en cada show que asistimos o damos, de que lo que paso esa noche, puede volver a pasar si uno no es responsable de uno mismo y del que tenemos al lado. Ayudarnos entre nosotros es lo que tenemos a mano, entre Gobiernos de turno y mercaderes de la música (y de todos los negocios rentables) que siguen llenando sus arcas.

La música no mata, lo que mata es la negligencia.


Matias Genzone, bajista de Doctor Brown
#10añosdeCromañon

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